Vas corriendo y sientes una pequeña molestia en las zapatillas. De a poquito la molestia empieza a irritar la piel, y cuando terminas tu entrenamiento y te sacas los calcetines, ahí está. Latente, rojita, y ya sabes que se viene una ampolla… tal cual crónica de una muerte anunciada que no puedes evitar.

Las odiamos, sí, pero lo cierto es que su objetivo es bastante noble. Las ampollas son el mecanismo de nuestro cuerpo para proteger la piel de la rozaduras, por eso se llenan de ese líquido que da tantos nervios. Las causantes pueden ser desde la fricción con el calcetín o zapatilla, el calor de algunas superficies como el cemento y el exceso de humedad o el sudor de los pies.

La mejor forma de tratarlas es, primero que todo, evitar que la irritación se convierta en ampolla, y para eso es mejor parar el entrenamiento si nos damos cuenta que algo no anda bien. Ahora, si la ampolla ya está ahí, entonces cúbrela con una venda o gasa especial.

Hay muchas teorías respecto a qué hacer con la ampolla. Si vas a competir hay quienes sugieren reventarla, con algo esterilizado por supuesto, y protegerla con la misma piel y una gasa; mientras que otros dicen que es mejor no tocarla. En mi caso he hecho las dos, y aunque reventarlas da más nervios, es bastante más cómodo para seguir corriendo, porque sino igual estás todo el rato preocupada de que no tocarla y de que se vaya a reventar.

En cualquier caso, en lo que sí podemos estar de acuerdo ladies es en lo odiosas que son, así que ante todo, ¡a evitarlas!

Para prevenirlas…

 

• Preocúpate de que la zapatilla se ajuste perfectamente a tu pie.

 

• Utiliza calcetines de materiales respirables que eviten que acumules demasiado sudor en los pies.

 

• Sobre todo en carreras de largo aliento aplícate crema antirozaduras o vaselina en los pies.