Creo no ser la única que disfruta pasar largas jornadas pegadas a redes sociales, husmeando en la vida de otros como una especie de espía virtual. No se bien qué, pero me provoca cierta fascinación saber las rutinas de entrenamientos de otros, qué comieron, con quiénes se juntaron, etc. Y no me tachen de psico, porque sin son usuarias asiduas de las redes sociales como yo, seguramente van por esa misma senda.
Hasta ahí no hay nada de malo, al contrario, compartir con otros parte de nuestra vida me parece muy entretenido, sobre todo cuando recibes buena onda y conectas con amigos. El problema está cuando las redes empiezan a proyectar una vida demasiado ficticia, y una, ingenuamente, se la cree. Pues, ¡alto ahí! Como espía especializada de las redes sociales (mis amigas podrán dar fe de eso) les debo advertir que no todo lo que brilla es oro.
Cuerpos perfectos, platos dignos de una estrella michelín, pieles y maquillaje que más bien parecen de una muñeca de porcelana, son algunas de las atractivas imágenes que se ganan nuestros likes diarios en redes sociales. Pero no todo es real, y es importante tener consciencia de eso.
¿Por qué? Personalmente a mi me ha servido para no caer en la ansiedad de aspirar a algo que es falso. No les voy a mentir, me encantaría tener un abdomen mega tonificado y marcadito, disfrutar de desayuno ‘fotografiables’ a diario, terminar mis entrenamientos con la cara perfecta o amanecer con el pelo con ondas a lo Farrah Fowcett… pero no es así, y para mi consuelo, sé que en el mundo común y corriente tampoco.
Por eso, mi humilde consejo es que aprendamos a disfrutar de las redes entendiendo que son la parte bacán que queremos mostrar, pero que está lejos de ser la realidad completa. Claro que son una tremenda entretención e inspiración, pero NO OLVIDAR: son una proyección ladies, a veces real y a veces ficticia, ¡juzgue usted!