Siempre que pienso en todos los desafíos que me he puesto como corredora, recuerdo la primera vez que intenté correr. Que me imagino es parecida a la primera de varias: una situación nefasta. No alcancé a terminar una canción y ya estaba cansada, caminando y muerta de sed. Si alguien me hubiera dicho que a mis 30 correría mi primer maratón, jamás le habría creído.
Pero después de ponerme matea, terminar mi primera carrera de 10k, luego hacer varios medio maratón, unos mejores que otros, tomé la decisión que tenía que entrenar para el mayor desafío que me había puesto.
Hacerlo es difícil, pero también es entretenido. Es complicado porque es agotador, si al entrenamiento que es de al menos 4 ó 5 veces a la semana, le incluyes tu trabajo diario, tratar de ver a tus amigos y ser una polola decente, es inmensamente cansador, y no te deja energías para nada. Pero es entretenido y motivador, porque cada mes te das cuenta todo lo que has avanzado, los resultados se notan inmediatamente.
Cuando ya va llegando el día, no puedes más de nervios, lees todo lo que encuentras sobre el tema, te preparas en tu cabeza y tratas de relajarte.
Mi primer maratón seguro va a ser inolvidable, el día anterior recibí los mensajes más lindos de mis amigos, pura felicidad y motivación. Organicé la distancia para agregar música en el momento que siempre me aburría en los largos (pasado los 22k); disfruté cada kilómetro y el paisaje y clima viñamarino me jugaron a favor.
Los últimos kilómetros ni siquiera los sentí, estaba tan feliz de saber que podía más de los 32k que había hecho, que la motivación me llevó a la meta, y llegué con una sonrisa y tanta emoción que a penas podía respirar.
Así a que a las corredoras que lo estén pensando, sepan que con entrenamiento, amigas y mucha concentración se puede, y cruzar esa meta es de las cosas más emocionantes que he vivido, donde todo lo anterior vale la pena.