Tenía pensado correr media maratón. Honestamente no estaba en mi mejor estado porque había estado floja con los entrenamientos y venía llegando de vacaciones, pero pensé que como ya había hecho esa distancia un par de veces no sería tan grave lanzarme. Pero como si mi cuerpo me hubiese querido advertir, me agarré un virus en la semana y mi proyecto de 21 K se redujo abruptamente a 10 K.
El domingo Viña amaneció con su clásica vaguada costera, a mi gusto perfecta para un día de carrera porque está más fresquito. Como íbamos a correr 10 K (todas lo habíamos hecho antes varias veces), el nerviosismo que siempre me invade en las competencia masivas esta vez no fue tema. Llegamos tranquilas a calentar, y nos encajonamos muertas de la risa, tomándonos selfies y saludando a los drones que grababan desde las alturas.
Antes habíamos acordado “correr tranquilas, sin apuro, pasarlo bien”. Pero en algún momento que yo no me enteré el plan cambió. Anunciaron la largada y partimos hechas un cuete. Los primeros kilómetros fueron de esquivar gente; nunca he entendido como no se chocan todos, porque aunque debe pasar, en general cada uno logra encontrar su camino, que en nuestro caso fue el extremo izquierdo de la pista (así podíamos ver a nuestros compañeros de equipo que corrían 21 K y 42 K, que vendrían de vuelta por ese lado. Vimos y les gritamos a varios).
La picamos non-stop por Las Salinas, con la banda de los marinos en vivo como música de fondo. Dimos la vuelta en 15 Norte y non-stop para abajo. La vaguada se esfumó, salió el sol, y todo el borde costero plagado de corredores de celeste era una verdadera postal, que se extendió por Viña del Mar, Valparaíso y Concón. Cuando miraba el reloj ni yo cría al ritmo al que iba, pero me sentía tan bien que no había razón para disminuirlo. Antes de lo esperado ya estábamos en Reñaca recibiendo nuestra medallita.
Correr en Viña fue lo máximo. Si no la han corrido nunca, ¡háganlo! La carrera es preciosa de principio a fin. Además es planita, así que es perfecta para quienes comienzan en el running o que quieran mejorar su tiempo, como sin planearlo lo terminé haciendo yo, que hice mi PB (personal best, otro de los términos runners que aprendí), con un tiempo muchísimo más bajo que los que había logrado anteriormente.
Apenas terminamos fuimos a meter las patitas al mar (el agua helada es excelente para la recuperación de los músculos) y nos instalamos en posición de apoyo para el resto del equipo, básicamente a gritarle a todo pulmón a cada uno de los del RunClub que sumaban los últimos kilómetros. Corriendo y apoyando disfruté a concho esta maratón, que como toda carrera tuvo su propio sabor, esta vez con un pequeño gran logro inesperado.
Nos premiamos con un exquisito almuerzo en Valparaíso, donde por supuesto comentamos cada detalle y revisamos cada foto de la jornada y la conclusión fue unánime: sin importar la distancia ni el tiempo, amamos correr, y si es con amigas, ¡mucho mejor!
Acá les dejo algunas fotos de nuestro PB 10K