Este fin de semana participé en la carrera de trail The North Face Endurence Challenge. La distancia ya la había hecho antes (10 K), así que llegué muy tranquila y esperando a ver si me mejoraría mi tiempo del año anterior.
Todo iba bien, mi ritmo perfecto y mis piernas –aunque bien cansadas- estaban apañando, hasta que en el km 5.5 apareció una subida que en ese momento me pareció el Everest. No era para tanto (de hecho comparado con la altimetría de las otras distancias de la competencia, esto era literalmente un chiste), pero entre el calor, toda la gente, no sé, la vi eterna. Mientras me armaba de valor para emprender el ascenso, justo ahí, cuando más necesitaba optimismo, aparecieron los temidos enanitos en mi cabeza, esos pequeños desgraciados que pensé que ya tenía controlados.
“¿Quién te manda a inscribirte en esto?”, “¡Nica vas a poder!”, “¡Te falta demasiado!”, “¡Estás agotada!”. Ahhhh, ¡malditos! Se metieron en mi cabeza y cuando llegan no se van, o al menos cuesta bastante silenciarlos. Afortunadamente me acordé de una técnica que una vez me dijo una psicóloga para ganar confianza: di tu nombre en voz alta. Así que como una loquita de patio me empecé a dar ánimo, ¡dale María Paz!, ¡tu si puedes María Paz! Hasta le hablé a mis piernas… en tercera persona, cucú-cucú…
El agotamiento no se pasó, esa subida se me hizo eterna igual y las piernas me tiritaban cual pompis de bailarina de axé, pero logré dialogar con los enanos y hacer que me dejaran tranquila, al menos por un rato. Mientras transcurría esta pelea mental ya había llegado a la cima, y volví a tomar consciencia de mi respiración y ritmo. Los enanos me distrajeron, pero no me la ganaron, y creo que ahí está el secreto. Si no podemos evitar que se nos metan en la cabeza, entonces habrá que aprender a doblarles la mano a punta de reforzamiento positivo.
Pueden ser 5 km o una maratón, pero si esas vocecitas llegan más vale estar preparadas, y ahí la confianza en la clave. A mí me funcionó recordar que la única que me mandó a estar en ese lugar y en ese momento fui yo, y la única que me puede poner límites, también soy yo. Así que a dialogar con los enanos ladies, que no hay dudas de que ganando discusiones somos las mejores, ¡¡y que alguien se atreva a decirnos lo contrario!!