Hace un par de semanas fue la primera vez que participé en una corrida midiendo mi velocidad con un reloj de esos pro con GPS. Nunca entendí bien para qué servían, y como soy una corredora novata tampoco pensé en invertir en uno, pero una amiga dio de baja uno Garmin y gentilmente me lo heredó.
Cuando comprendí la importancia de medir la velocidad promedio de trote, me puse matea con el relojito, y lo llevé a cada entrenamiento para saber a qué velocidad iba, cómo estaba mi ritmo cardiaco y cuánto tiempo y distancia llevaba. Este control me funcionó perfecto para no acelerarme demasiado en los primeros kilómetros y para picarla cuando empezaba a aflojar el paso.
Llegué a la corrida Brooks Night Running 8.5K sintiéndome toda una runner con mi reloj profesional, lista para la conquista. A las 21.00 en punto anunciaron la largada, le puse play a Titanium de Rihanna con Calvin Harris (canción infalible para empezar con tuti), start a mi reloj apenas crucé la alfombra de los chips y partí.
En el recorrido casi no había señalización de los kilómetros, así que iba perfecto midiendo la distancia y manteniendo mi velocidad promedio. El reloj me sirvió mucho para no sobre exigirme cuando sentía que todo el mundo me estaba adelantando, algo que casi siempre me liquida en las corridas masivas.
Para no ir todo el rato pendiente de cuánto llevaba, establecí que cada 3 canciones podía mirar el reloj. La última vez que miré llevaba 5.5K y vi la desafortunada señal parpadeante ‘Low Battery’. Me preocupé de todo, ¡menos de cargarlo! Transcurridas las 3 canciones siguientes el reloj ya había muerto.
“¡#%&/¡¿#!” pensé, así que calculé que quedaban como 3 kilómetros y que mi velocidad podría ser equivalente a 2 canciones por km. Mientras maquinaba técnicas de medición apareció el cartel de ‘500 m. a la meta’ y dejé de contar canciones (probablemente hasta de respirar) y mi velocidad promedio pasó al olvido. No sé si es lo correcto, pero para mí, al final hay que picarla nomás.
Con esta experiencia mitad con y sin reloj, les recomiendo 100% tener uno para medir sus entrenamientos y corridas. Para las ansiosas como yo es la mejor forma de no salir disparadas como caballo de carrera y gastar esa valiosa energía que escasea cuando nos acercamos a la meta. ¡Ah! Y marca las calorías quemadas, un satisfactorio datito que levanta el espíritu y que siempre se agradece.