Durante mis primeros meses de corredora nunca pensé que necesitaría un reloj. Eso se me hacía para personas más profesionales y que corrieran más. Pero pasando los meses y meses, creo que lo convertí en una necesidad, muchas veces mi querida aplicación Nike+ me sumaba mal los kilómetros o me daba tiempos que no existían, como que estaba corriendo a 4 minutos el km. Buena onda, pero lamentablemente no aguantaría ni 10 minutos así.
En las carreras importantes siempre estaba nerviosa que mi aplicación se equivocara y que me dijera cualquier cosa, por lo que al fin me decidí a tener mi primer reloj y dejar mi teléfono sólo para poner música y de emergencia por si necesito contactar a alguien.
Lo más importante era que no quería con banda que midiera mi pulso cardiaco, saber que iba a tener que cargar con reloj, celular para la música y sumar una cosa que me apretara en el pecho, no lo iba a tolerar, así que con uno que me dijera con precisión mi ritmo, los kilómetros que estaba corriendo (y las lindas calorías perdidas) era perfecto para mis necesidades.
Lo que he aprendido a correr con este lindo y rosado relojito, es a relajarme con mis tiempos, como no tengo algo en mi oído que cada km me dice a cuanto voy, lo miro sólo cada tanto para saber cómo voy, pero como en general tengo un ritmo promedio, tampoco es que vaya cambiando tanto, así que contra todo pronóstico tener el reloj me ha hecho correr mucho más relajada.