¿Para qué sirven y en qué consisten las pruebas de esfuerzo?
Las pruebas de esfuerzo a modo general son pruebas que ayudan a medir y valorar la condición física de las personas durante el ejercicio. Principalmente se hacen para comprobar el funcionamiento cardíaco y pulmonar (consumo de oxigeno).
Existen distintos tipos de pruebas, desde las más simples que se desarrollan al aire libre, por ejemplo un test de marcha de 6 minutos; hasta las más complejas que se desarrollan en un laboratorio, por ejemplo una ergoespirometría, prueba que utiliza equipos técnicos que entregan datos más específicos con una amplia gama de variables en relación a la condición física de la persona.
¿Por qué se recomienda realizar una antes de comenzar una actividad deportiva?
Porque además de ayudar a descartar dolencias, también podría ayudar a detectar a tiempo alguna patología cardíaca o pulmonar. También permite definir los rangos de intensidades de trabajo, logrando fijar los objetivos de una manera más eficiente y con menos riesgos.
¿Con qué frecuencia deberíamos hacernos una?
Es recomendable realizar estas pruebas antes de comenzar un programa de ejercicios. En el caso de los deportistas o personas que desarrollan algún tipo de ejercicio físico de alta intensidad es necesario realizarlas al menos una vez al año.
Para personas que presentan alguna patología crónica (obesidad, asma, hipertensión, etc.) y que desarrollan un programa de entrenamiento físico regular, se pueden realizar las pruebas más simples cada 6 meses, aparte de las de laboratorio al menos una vez por año.