«Ser mamá corredora, se puede…incluso es muy compatible. Aunque vas un poco más lento, en un par de meses ver grandes avances. Al principio me asustaba pensar que mi hija sintiera que la estaba dejando sol cuando me iba a entrenar, pero pronto me di cuenta ese espacio nos trae muchísimos más beneficios a las dos.
Primero, al salir del encierro de la primera etapa (que fue lo más rudo) volvía a mi casa contenta, llena de endorfinas y algo muy loco es que a pesar de mis ojeras de panda me llenaba de energía para seguir el día con mi hija. Segundo, lo tomé como mi terapia de auto cuidado. Tras el parto tuve muy pocos espacios para mimarme o hacer cosas que me hicieran sentir un poco la de antes, siempre estas con tu hijo/hija entonces volver a encontrarme conmigo en esos kilómetros realmente te ayuda.
En tercer lugar cuando te planteas un desafío (21 o 42 kilómetros) no sé cómo lo haces, pero logras organizarte para llegar a tu meta ¡Valoras cada momento que tienes para entrenar y le sacas el jugo!
En cuarto lugar algo sucedió en mí con la transformación del cuerpo en el embarazo. Aprendí a quererlo más, a respetarlo a escucharme, a no juzgarlo y disfrutar el proceso de cambio, elegir una vida más saludable que solo fit.
Y por último lo que más disfruto de ser mamá corredora es que sé soy la influencer del deporte para mi hija. Y que detrás de cada kilómetro ganado en el maratón te das cuenta el esfuerzo de meses valieron la pena, porque en la meta estaba ella para darme un gran beso y ese ‘mamá’ que a todas nos derrite cuando lo escuchamos».
Por María Fabiola Guerrero, mamá de Alicia, abogada y corredora amateur.